La última partida del Billar Atlas se juega despacio mientras el destino se acerca en una excavadora. Faysal y Younes deciden cada golpe sin precipitarse, con gran parafernalia de gestos y posturas, resumiendo en esta todas las partidas de la vieja mesa.
Atraída por la noticia, una pequeña multitud silenciosa no pierde detalle. Han llegado desde todos los rincones de los Cuatro Lagos; saben que la construcción del nuevo embalse traerá grandes ventajas, incluso una nueva sala de juegos con flamantes billares y una maquina que enfriará de verdad los refrescos. Pero nadie quiere perderse la última partida del Billar Atlas.
El asfalto avanza como una cicatriz negra sobre la tierra sofocando las raíces de los cedros, y trae de la mano al progreso y a su precio. Cada agujero y recosido en el tapete de la vieja mesa es una copia a escala del perfil abrupto y generoso de estas montañas. El público contiene la respiración hasta que las bolas chocan, resuenan y se detienen al abrigo de colinas y bosques conocidos.
La montaña a veces parece tímida, piensa Younes sosteniendo el taco, como la mujerona asustada que oculta una belleza sobrehumana. Como ella, esta sierra se despierta iracunda y brusca algunos días, acariciando al mundo con desprendimientos y puentes rotos.
Younes ha crecido persiguiendo a las sombras de las nubes en las laderas, haciéndole cosquillas al mundo con sus rebaños. Por las noches el pastor enciende fuego en su ombligo, en la palma de su mano se recuesta a mirar estrellas, y la montaña se complace. Porque ella es diversa, gran dama sin edad que ríe y contesta a los gritos de Younes en gargantas y desfiladeros. Coqueta, espera a que él pase para estrenar las flores en el valle.
Faysal, su contrincante en esta última partida, es el dueño del salón de juegos. Trajo la mesa hace mucho tiempo en el camión que comunica al pueblo con el límite del asfalto, más abajo. Vivió dos años en la ciudad, y cuando regresó traía un enorme paquete de ideas envuelto en plástico, una ilusión y una nevera que ya entonces no funcionaba. Abrió el salón y dejó que los días y el saludo de las gentes barnizaran la barra, se marcaran como firmas en los desconchados de las paredes. Viejas placas de refrescos desaparecidos se oxidan en la fachada y decoran este verdadero palacio del buen vivir.
Nadie como Faysal conoce el relieve mágico de estas montañas y de su mesa, quizá solo Younes, y antes de la siguiente tacada el dueño mira al horizonte, por encima de la expectación del público, hasta donde el perfil del Atlas se confunde con el cielo.
Los ingenieros consideran ideal la alineación de los cuatro lagos y el caudal del rio para construir un nuevo embalse. La modernidad llegará a la región con cesárea: las maquinas extraen el progreso de las entrañas de la tierra. Sin anestesia, sin bondad o maldad. Solamente cambia el estado de las cosas. Dicen que el cambio, con todos sus matices, es el estado natural de la vida. La última partida del Billar Atlas continúa, ya solo quedan sobre el tapete tres bolas, como tres planetas que colisionan en orbitas caramboleras.
Blogs como este son escala obligada para quienes gustamos del viaje, la palabra y la imagen… pero sobre todo de la palabra, de cuya suma resultan historias como esta.
Tres bolas como tres planetas que colisionan.
Gracias Willy, por tus comentarios e inspiracion. El viaje, la palabra , la imagen.. tres bolas que colisionan felizmente.. Un abrazote desde el Algarve!
Barre-barrenetik kanporatutako deskribapen ta historio hunkigarria. Gozatu dot irakurketeagaz argazkiak ikusten nebazan aldi berean.
Jarraituzak horrela!
Aketza, mila ezker beti betiko x tu comentario. Keep on surfing!