La Madre Basuraleza no es solo un lugar para visitar los fines de semana, un espacio de ocio familiar, la escapada perfecta para hacer deporte o bonitas fotografías. La Basuraleza es el origen de toda vida, el hogar.
Perderse por los senderos de un bosque talado, caminar a la vera de un tóxico arroyo y señalar a tus hijos las diferentes especies de peces muertos. Pasear sin prisa por la playa, esquivando divertidos residuos de colores. Cualquier rincón de la Basuraleza sirve para sentir nuestra íntima unión con ella, su magia y su belleza.
Mares mejores, decorados, sulfurosos, llenos de adornos flotantes que entretienen al observador convenientemente protegido. Paseos al amanecer antes de que los rayos del sol nos impidan salir al exterior. Momentos deliciosos, como el mejor aire embotellado. Alquitrán y plástico, azufre y amianto. Basuraleza virgen en estado puro.
¿Qué haríamos sin ella, sin nuestra Madre primera? Cuidar y apreciar la Basuraleza es primordial y debe concienciarse de ello a los más jóvenes desde el inicio de sus vidas. Los renacuajos saltan felices en sus nidos de alambre, las cigüeñas se arrastran como desde hace siglos buscando metano en el subsuelo. En el sencillo ritmo de las orugas eléctricas están todas las respuestas.
Verdes Vertederos Visitables. Dinero comestible que crece en los arboles. La Madre Basuraleza provee de todo lo necesario. Gases inflamables, nubecillas poéticas y letales. Mascarillas en oferta.
Un atardecer más, antes de que el azul manto radioactivo tiña de alegría los páramos, levantemos la vista al techo de nuestros cubículos y tecleemos un homenaje merecido a nuestra Madre Basuraleza. Antes de que sea demasiado tarde.