La Cantina de Medianoche es una novela gráfica cruda y salada, dulce y amarga como su comida. Como la vida de los protagonistas y la vida misma. Un libro bello, sencillo y conmovedor, absolutamente recomendable.
La Cantina de Medianoche, de Yaro Abe, editada por Astiberri, es un placer para los sentidos y el alma, una delicatessen. Si te atrae la cultura japonesa, te interesa el mundo de la gastronomía y, aunque no seas un fanático del Manga, sabes apreciar una buena historia contada en viñetas, este libro te encantará.
Pero si en realidad te apasiona lo humano y sus particularidades, la ternura y la aridez de las vidas urbanas, la esperanza, la soledad y los desencuentros, la amistad y las ganas de vivir, entonces desearás quedarte a vivir en esta Cantina para siempre.
Abierta hasta el amanecer
El ajetreado barrio de Shinjuku es el mayor eje comercial, administrativo y económico de Tokio. Por su estación de trenes pasan más pasajeros al día que por cualquier otra del mundo, unos tres millones. Al caer la noche despiertan en las callejuelas al pie de sus rascacielos animadas discotecas, clubs de alterne y Karaokes ofreciendo una escapada de ocio a los tokiotas.
El diminuto restaurante sin nombre protagonista de esta historia abre sus puertas en uno de esos callejones, de las 12 de la noche a las 7 de la mañana. Su dueño, un hombre misterioso y lacónico con el rostro atravesado por una cicatriz, cocina sin carta según lo que tenga y le pidan los clientes. Él tampoco tiene nombre.
Bienvenidos a La Cantina de Medianoche
En este pequeño local de madera, un Izakaya sin lujos, con la tradicional cocina abierta rodeada por una barra donde los clientes comen sentados unos junto a otros, se desarrollan los cortos e intensos capítulos del libro. Cada uno de estos capítulos, de estas noches, lleva el titulo del plato alrededor del que gira la historia y que come el personaje/s protagonistas.
Pero la Cantina es mucho más que un simple restaurante: es el punto de encuentro de personas dispares, la encrucijada donde sus caminos se juntan y muchas veces se mezclan, donde se comparten historias y se brinda, donde, alrededor de la sencilla y deliciosa comida que prepara el Maestro, del jengibre y las setas, del sake y el ramen, se escapa a coro de la monotonía y la soledad, de la desesperación y el fracaso.
Yakuzas, stripers, policías, empleados, estudiantes, jubilados, prostitutas, ejecutivos, moteros, turistas, actores porno, vagabundos… También nosotros mismos, ya atrapados por la emoción de sus páginas y la melancólica dulzura de cada uno de los personajes y sus historias, nos sentamos en la barra y comemos y bebemos despacio, reímos con ellos, lloramos con ellos, somos adoptados y adoptamos a esta nueva familia que se deshace en las calles cada mañana a las siete.
Manga sin complejos
Yaro Abe usa una mano delicada, pausas, silencios y un dibujo sencillo pero expresivo para cocinar un retrato coral de humanidades unidas por el fracaso de sus vidas, anuladas por el anonimato urbano, hundidas en soledades compartidas. Y también para desplegar ante nosotros el apetitoso plato de su ternura y solidaridad, su infinita vocación socializadora, su necesidad de amar, de reír, de contar y escuchar.
La receta de La Cantina de Medianoche es sencilla pero deliciosa. En Japón ha tenido un éxito enorme, con dos adaptaciones al cine y una buena serie de TV que se puede ver en Netflix. La edición de Astiberri respeta el formato original del Manga en el tamaño tradicional de este tipo de publicaciones y en el sentido de lectura inverso al occidental, de derecha a izquierda. Leerlo es un poco como comer con palillos. ¡Itadakimasu, Buen provecho!
Por lo que cuentas me recuerda a un relato de la colección «Men Without Women», de Murakami. Habrá que echarle una ojeada.
Si te gusta Murakami creo que disfrutarás con La Cantina. Saludos!