El barón rampante de Ítalo Calvino es un libro delicioso y altamente recomendable. Sus amenas 240 páginas ofrecen múltiples lecturas, todas afortunadas. Es una magistral novela de aventuras, un motivador canto en defensa de la naturaleza, el vívido y humorístico retablo de una época apasionante y también una bonita historia de amor.
Pero, sobre todo, El barón rampante es el alegato por la libertad personal más lúcido, tierno e imaginativo de la literatura del siglo XX. Nos presenta a un protagonista maravilloso, el barón Cosimo Piovasco de Rondó, que llega a nuestras vidas para quedarse. Mezcla a un tozudo y rebelde Principito de Saint-Exupéry con un arbóreo Robinson Crusoe, a un filósofo ilustrado como Voltaire con un filántropo que se vuelca ayudando a la comunidad y al mismo tiempo es un eremita que elige vivir al margen de ella. Eso y mucho más es el inolvidable barón Cosimo.
En los árboles
Comienza la peripecia de Cosimo con una escapada en pos de la libertad. Un baroncito pre adolescente se rebela ante la tiranía paterna y huye de casa. La búsqueda de independencia juvenil es un clásico atractivo en el imaginario colectivo. ¿Quién no ha soñado a esas edades con escapar del yugo familiar, de la escuela y las obligaciones impuestas para hacer, decir, comer lo que desea? Si además esos sueños de libertad se hacen realidad, como en este caso, subiendo a la infinita copa de los árboles y se decide y se cumple el vivir y no bajar nunca de esa República Arbórea, la aventura se torna aún más atractiva.
Con el tiempo, Cosimo se adapta perfectamente a la vida en la frondosa Liguria del norte italiano a finales del S XVIII, deambulando de un árbol a otro de la región sin tocar jamás el suelo. Un vasto entorno campestre preindustrial donde los árboles de todas las especies y tamaños tapizan la mayoría del mundo, su hogar. En la altura y entre las hojas el barón sofistica utensilios y maneras de obtener y cocinar alimentos, vestirse, calentarse o dormir. Vive un idilio apasionado durante muchos años con su vecina, lleno de altos y bajos, encuentros y desencuentros, intensidad y profundidad sin par. La lectura, que pronto se convierte en su gran pasión, le permite obtener conocimientos muy avanzados en todas las ramas técnicas y del pensamiento. Es un intelectual de su tiempo que se cartea de igual a igual con los más importantes ilustrados de Europa.
Libre y comprometido
Pero desde esa autoridad académica y esa actitud excéntrica, Cosimo no se aísla de los demás sino que se involucra en sus vidas y ayuda en los más variados menesteres. Es un ejemplo de intelectual comprometido con la sociedad en la que vive: un espíritu libre, un inconformista, pero no un individualista.
Testigo y protagonista de episodios históricos clave, desde enormes incendios a la revolución francesa, de ataques piratas a la invasión de los ejércitos napoleónicos, Cosimo nos lleva de la mano por un mundo en rápida transformación pero no deja que perdamos de vista la importancia de la naturaleza.
En las páginas de esta gran novela apreciamos la importancia de la libertad individual, la búsqueda de la independencia vital y el derecho a la discrepancia. Al mismo tiempo entendemos el dolor de cierto grado de soledad, la necesidad humana de socializar y de establecer vínculos con la comunidad. Aprendemos muchas cosas junto al barón de Rondó.
Una obra maestra
El barón rampante, desde su inicio hasta el apoteósico y coherente final, es una de las fábulas que más me han hecho disfrutar. Una novela recomendable para lector@s de cualquier edad y una introducción perfecta a la genial obra de Ítalo Calvino. Calvino es autor de joyas como Las ciudades invisibles o los 2 relatos que componen con El barón rampante la trilogía Nuestros antepasados: El vizconde demediado y El caballero inexistente. Tras su lectura, he sentido siempre cerca las presencias mágicas y profundamente humanas de Cosimo de Rondó y del gran Ítalo Calvino, su creador.
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