La India es un planeta generoso hecho de caos amable y de sol, de vida que se pudre y genera vida. Donde se afirma negando con la cabeza y se adora a millones de diosas y dioses más humanos que nosotros mismos.
La ruta se desvanece en el Planeta India
De Mumbai bajamos hacia el sur dejándonos llevar por la fuerza de la gravedad, por la imantación polar que nos arrastra. Somos viajeros al viento de los monzones y arribamos en tren a Kerala antes de que amanezca en los Backwaters.
¿A la izquierda o a la derecha? Las nubes de incienso nos hacen dudar. Cruzamos grupos de peregrinos que pasean, rezan y comen con naturalidad. Sus gestos y ceremonias nos ningunean, herméticas. Observamos como desaparecen al entrar al templo, pero las conclusiones se nos resisten. Maldita sea, India.
Les seguimos y nos extraviamos en un bosque de columnas talladas. Si buscamos, perdemos; si perdemos, encontramos. Paradoja que nos regala esta tierra bendecida de lluvias y sonrisas. Y que aceptamos agradecidos, deslumbrados y vulnerables, ya desnudos de nosotros mismos.
Por fortuna, el protocolo pavoroso de la normalidad no funciona en las calles del país Tamil. Es otro el abecedario amurallado de puntos y curvas peligrosas, dibujado como epitome de la otredad. Desciframos por instinto su significado y, de nuevo, acertamos errando, en la órbita excéntrica de este sistema lejano. Es la atmósfera cero del Planeta India.
¿Cuál es, entonces, el sentido de todo esto? ¿Cómo lo encuentran aquí millones de personas determinadas a seguir viviendo? Son alienígenas que sonríen en sus motos entre nubes de gasolina barata. Como si supieran que no sabemos, y se regocijasen un poco por ello.
La India se deshace en volutas de incienso, alfabetos inexpugnables y sonrisas instantáneas. Es una camisa de fuerza abierta, un caos amable, un desorden sagrado. La recorremos conscientes de nuestra invisibilidad, queriendo sostener su esencia liquida con los dedos. Inútil empeño, pero continuamos adelante; buscamos paradojas hechas de aire. Y en sus rincones y en sus rostros, narcotizados de ella, encontramos el AMOR. Somos ya peregrinos automáticos, nuevos adoradores de esta ausencia de sentido y de su fe en la vida.
Me ha encantado!! Gracias por traerlo
Gracias a ti por apreciarlo y dejar tu comentario. Bienvenida a este espacio Vedacris, un abrazo!
Por tu relato parece que la India es un mundo de misterio y como tal, inextricable. Me ha encantado tu crónica tan cargada de poesía .
Gracias! Y bienvenida a este y otros viajes.