La controvertida novela breve del premio Nobel Yasunari Kawabata, La casa de las bellas durmientes, es una obra maestra de la literatura. Lo es por encima de las polémicas que despiertan su normalización de la prostitución y la cosificación de la mujer vistas con la mirada critica del S XXI y a través de nuestro prisma feminista. Si medimos esta obra con el código de valores actual, sin considerar la cultura japonesa de la que procede y los 60 años pasados desde su publicación, puede resultar una lectura insoportable.
La casa de las bellas durmientes
Pero si te atreves con ella entraras en una misteriosa casa de citas visitada solo por ancianos que desean pasar la noche con muchachas vírgenes y narcotizadas. Jóvenes a las que no pueden más que acariciar superficialmente, que dormirán sin darse cuenta de nada y que despertarán al día siguiente sin saber con quien han estado. Seguimos a Eguchi, el protagonista, en las cinco noches que visita la casa y compartimos con él sus sensaciones y pensamientos.
Con ese punto de partida, y sin eludir la vileza y el abuso que representa la sumisión química, el autor despliega una narración absorbente y cautivadora, profunda y perturbadora que trata lo depravado con lirismo, relata con delicadeza lo miserable y narra con belleza lo más degradante. Eguchi nos seduce a acompañarle, medio escandalizados y medio cómplices, en sus divagaciones y caricias robadas, en sus perversos modos de prostituidor senecto.
Eros y Tánatos
El universo de la novela es japonés en su sensibilidad y simbolismo, también en los muy diferentes hábitos sociales que refleja. Y a pesar de ello es absolutamente cercano e universal. Sus paginas nos desasosiegan y sumergen en un ambiente casi onírico, nos inquietan y trastornan. El simbolismo y la contradicción palpable entre la belleza virginal de las durmientes y la decadencia cercana a la muerte de los ancianos es demoledor. Eros y Tánatos en estado puro.
Los clientes de la casa buscan patéticamente esconderse de la muerte envueltos en unos brazos jóvenes e inertes. Pretenden la redención y el perdón de sus pecados arrodillándose frente a estas «Budas de carne y hueso». Eguchi, por su parte, rememora con el contacto de su piel o la fragancia de su aliento a las mujeres que han pasado por su vida. Antiguas amantes, su esposa, sus hijas o su madre. Cada una de las jóvenes estimula los vívidos recuerdos del protagonista y le provoca intensas reflexiones.
Un debate moral
Kawabata no rehúye la ambigüedad moral: hace reflexionar conscientemente a su protagonista sobre el carácter morboso de su comportamiento, le hace cuestionarse su propia depravación y cordura. Eguchi siente deseo, se deja llevar por la contemplación de los cuerpos desnudos, cae en la ensoñación del eterno femenino, de las esencias misteriosas que contiene. Pero el silencio sin respuesta de sus drogadas acompañantes le transmite, y también al lector, el aislamiento de todo individuo, la imposibilidad de verdadera comunicación, el pavor de la soledad y la otredad humanas.
El erotismo sutil de estas paginas deja paso a ratos al paternalismo y la compasión más hipócritas y a veces a los instintos más violentos. Eguchi también desea, aunque no lo hace, violar las reglas de la casa y poseer a las chicas, incluso estrangularlas. Así, se dice, vengará el desprecio y la humillación de los ancianos frente a la belleza de la juventud. Así se vengará de la propia vejez como horrible condición impuesta por la vida, aún mas insoportable al vivirla rodeados de la perpetua floración de la especie. Es la ira impotente de hombres «que han dejado de serlo».
La casa y sus múltiples lecturas
La anécdota sexual del libro también es un pretexto para mostrarnos una alegoría donde las jóvenes dormidas e inalcanzables pueden ser metáforas de la vida misma. Nos acurrucamos junto a ella, temerosos y llenos de deseo. Tratamos de manipularla, de poseerla, de sacarle el máximo provecho. Son la vida, que nos interpela y eleva, y al mismo tiempo nos ignora y hunde en abismos insondables.
Llena de sensibilidad y lecturas, sin duda esta historia es de una profundidad y una belleza sorprendentes. Hermosa pero inquietante, incomoda pero ricamente poética, La casa de las bellas durmientes es todo lo dicho y mucho más. Una celebración de la belleza y la feminidad, un tratado filosófico sobre la vida, la memoria, la vejez y la muerte, un bestiario de practicas aberrantes y machistas, un haiku floral. Un libro cautivador e inolvidable que no puedo más que recomendar y que encontrareis, editado por Austral, en este enlace.
«Tal vez, engañado por la costumbre y el orden, nuestro sentido del mal se atrofiase.»
«Para Eguchi cuando llegó a esta casa, no había nada más hermoso que un rostro joven dormido en un sueño sin sueños. ¿Podría llamarse a eso el consuelo más dulce que se pueda encontrar en este mundo?«
«Los viejos tienen la muerte y los jóvenes el amor, y la muerte llega una sola vez y el amor muchas.«
Si te ha gustado esta reseña, seguro que disfrutarás con esta de la genial novela gráfica La Cantina de Medianoche – Tokyo stories, del gran Yaro Abe, en este enlace.